Seguramente te sonará todo esto. Es posible que hayas visto imágenes de lo que está ocurriendo últimamente en Ceuta: personas emocionadas, deseosas de vivir, alcanzando por fin una meta que tiempo atrás fue solo imaginada. Las llamadas “oleadas e invasiones” de migrantes que llegan a Ceuta y Melilla desde distintos puntos de África, con el deseo y la esperanza de alcanzar la libertad.
Sin embargo, sólo reparamos en ello cuando sucede alguna desgracia relacionada con este hecho. Únicamente cuando los medios de comunicación deciden poner el foco de atención en esta realidad (distorsionada o parcialmente descrita), es entonces cuando, algunos, nos paramos a pensar: ¿Qué está pasando?
Ceuta, frontera entre dos mundos
Las ciudades de Ceuta y Melilla representan los únicos territorios europeos en suelo africano, siendo el punto de partida para muchos migrantes hacia una nueva vida. Sin embargo, debido a los esfuerzos por parte de la Unión Europea para blindar sus territorios, esta travesía supone un auténtico desafío, en muchos casos mortal.
Ceuta está ubicada en la costa norte de Marruecos, a tan sólo 14km de la Península Ibérica. Sin embargo, la ciudad se encuentra blindada por una doble valla de 8300 kilómetros de largo y 6 metros de alto, respaldada por la tecnología de vigilancia más innovadora, con intención de evitar que cualquier persona “no autorizada” la traspase.
Según el Acuerdo de Schengen, los controles fronterizos de Ceuta pretenden disuadir a estas personas no autorizadas a cruzar la frontera. Aunque Ceuta pertenece a España, lo cierto es que no está considerada como territorio Schengen, por lo que una persona que migra allí no puede viajar libremente a otros partes de la Unión Europea.
Como dato curioso, es interesante destacar que, mientras que en los últimos años estamos experimentando recortes en gasto público destinado a sanidad o educación, según informes de Amnistía Internacional, entre 2005 y 2013 España gastó más de 22.000 euros diarios en el desarrollo y mantenimiento de las vallas que recorren las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos. Este hecho supone un claro reflejo de los intereses y prioridades políticas.
Incongruencias y contradicciones
Estos esfuerzos por parte de la Unión Europea para controlar y limitar los flujos migratorios también presentan contradicciones importantes, si se tiene en cuenta el papel decisivo de Ceuta y Melilla en las relaciones comerciales con España y Europa en su conjunto.
La estrategia europea de “eliminar fronteras y facilitar el movimiento de personas, bienes y servicios” con el propósito de generar riqueza económica hace que se produzca una discriminación selectiva también en esta ámbito, en función de la procedencia, nacionalidad, intencionalidad y nivel adquisitivo de las personas.
En este sentido, Ceuta se nutre de la actividad laboral que desempeñan miles de personas marroquíes que acceden a la ciudad a diario, gracias al acuerdo entre España y Marruecos por el que sólo pueden permanecer en Ceuta durante el día, teniendo que regresar a Marruecos por la noche.
Sin embargo, este acuerdo sólo aplica a personas marroquíes, quedando el resto de la población discriminada y sin los mismos derechos.
Los procesos migratorios siempre han existido
La migración no es un hecho reciente. Se trata de un fenómeno natural que se ha producido en todas las civilizaciones a lo largo de la historia. Y se seguirán perpetuando en el tiempo.
Por tanto, intentar evitar estos movimientos sólo hará que las personas acaben optando por vías menos seguras. Quizás sería más estratégico poner el foco de atención en buscar otras vías de gestión más adecuadas, en lugar de tratar de frenar los movimientos naturales de población.
En el caso de Ceuta, las personas migrantes llegan cruzando la valla, escondidos en coches, o mediante largas y peligrosas travesías en cayucos. Para ellos, Ceuta sólo supone el puente hacia su nuevo destino: la Península u otros países europeos.
Muchos piensan que, una vez alcanzado territorio español, todo será mucho más fácil. Pero lo cierto es que la aventura suele tornarse mucho más ardua de lo que podrían imaginar. Muchos de ellos lo describen como una “cárcel dulce” donde, a pesar de tener cubiertas sus necesidades más básicas, se sienten atrapados e impotentes, y a diario enfrentan nuevos obstáculos inimaginables.
Los inmigrantes y solicitantes de asilo son asentados en el CETI de Ceuta (Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes), donde suelen permanecer entre 3 y 6 meses (si no son devueltos antes a sus países de origen), sin posibilidad de trabajar ni de ejercer derecho alguno. Para los solicitantes de asilo, este período se extiende hasta que su petición sea resuelta.
La vida en el CETI
El CETI acoge a todos los inmigrantes y refugiados que llegan a Ceuta. En este centro, las personas encuentran cubiertas sus necesidades más básicas de alimento y refugio. También pueden realizar algunas actividades complementarias gracias al apoyo de asociaciones y organizaciones no gubernamentales, como CEAR (ofrece apoyo jurídico) y Cruz Roja (ofrece asistencia jurídica y sanitaria).
Desde su llegada, las personas quedan indocumentadas ante la incertidumbre de lo que ocurrirá. A pesar de estar prohibidas las devoluciones en caliente, con frecuencia se realizan expulsiones en masa que violan los derechos de las personas, al no tenerse en cuenta las solicitudes de manera aislada.
Consecuencias individuales y sociales
Como seguramente ya sabes, este control excesivo conlleva una serie de graves consecuencias no sólo para la persona inmigrante, sino para la sociedad en su conjunto.
Sin duda, el control fronterizo en Ceuta para evitar que las personas puedan migrar en busca de una mejor vida, se deriva en un incremento del riesgo, sufrimiento e inversión económica con el objetivo de llegar al mismo fin. Ello hace que las mafias y redes de trata de personas encuentren más oportunidades de violar los derechos humanos y, en última instancia, se produzcan más casos de tortura y muerte.
Es urgente que las políticas migratorias tanto europea como española garanticen la dignidad y los derechos fundamentales de todas las personas. De esta forma, se podrá caminar hacia una relación de colaboración y respeto mutuo, que evite la pérdida innecesaria de miles de vidas inocentes en nuestras costas.
El conflicto diplomático entre España y Europa ha derivado en un problema migratorio muy complejo.Nos preguntamos si los niños que llegaban a nado habían tomado solos la iniciativa o eran impulsados por sus padres,que buscan para ellos una mejor calidad de vida.
El riesgo de la travesía es enorme,hemos visto imágenes dolorosas y emocionantes y luego,cuando llegan al territorio soñado,sufren muchas veces una gran desilusión.
La realidad es que Ceuta y Melilla se han transformado en cortinas de hierro de España y de Europa.
Un abrazo.
Muchas gracias por tus palabras Silvia, coincido totalmente en los que dices. Quiero pensar que los esfuerzos que se están realizando para visibilizar esta realidad tan dura, están sirviendo para sensibilizar a la población y crear presión a favor de un cambio significativo. Existen muchos intereses políticos y económicos detrás, pero ojalá los intereses humanos y la solidaridad continúen tomando fuerza. Un abrazo.