Personas sin hogar: invisibles, excluidas y estigmatizadas

By 05/05/2022octubre 23rd, 2022Desarrollo Personal, Inclusión social

El otro día, mientras paseaba con mi perra Duna, tuvimos un encuentro muy bonito.

A lo lejos vi que había un hombre sentado en un banco. Duna es muy sociable con los humanos, así que se acercó a él en cuanto estuvimos suficientemente cerca.

Me encanta socializar con Duna porque las conversaciones suelen ser animadas, centradas en experiencias personales con animales a los que amamos y que son nuestra familia. Y no puedo evitarlo… ¡Adoro a los perros!

Así que este hombre empezó a contarme sus anécdotas con animales. Como suele ocurrir, al principio me contó que había tenido muchos gatos y perros, que vivía en una casa con su mujer, su perro y sus dos gatos hasta que éstos tuvieron una camada, y entonces decidieron que donde comen cuatro pueden comer diez, hasta el punto de que trabajaba para mantener a su diversa familia. Y entonces, se sinceró.

Me contó que lo había perdido todo. Su mujer falleció, perdió la casa y el trabajo.

Me señaló su mochila y sacó a relucir la verdad: estaba en la calle, y esa pequeña bolsa de trapo contenía todo su mundo.

Sinhogarismo, un término cruelmente estigmatizado

A menudo se utilizan términos despectivos para referirnos a ellos. A lo largo de la historia, las palabras que hemos utilizado para hablar de estas personas han conllevado una estigmatización y una connotación negativa: transeútes, indigentes, mendigos, vagabundos, sintecho, etc.

En general, las personas son hogar son, como define la FEANTSA (Federación de Entidades Europeas que Trabajan con Personas Sin Hogar), “aquellas que no pueden acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que propoercione un marco estable de convivencia. Esta situación se puede dar por razones económicas o bien porque presentan otras barreras sociales o personales, que les impiden llevar una vida autónoma.”

En este sentido, las personas sin hogar no tienen cubiertas sus necesidades básicas.

Y, ¿Qué podemos decir que son las necesidades básicas de una persona?

Continúa leyendo.

Necesidades básicas no cubiertas para las personas sin hogar

Seguro que conoces la pirámide de Maslow.

El psicólogo humanista Abraham Maslow la propuso para explicar su “teoría de la motivación humana” de manera muy visual. Para ello, ofrece una pirámide de necesidades básicas que explican el comportamiento humano. En la base de la pirámide se encuentran las necesidades fisiológicas, aquellas que deben ser satisfechas en primer lugar. Una vez cubiertas estas necesidades, buscamos satisfacer necesidades y deseos del siguiente nivel: 

Pirámide de necesidades de Maslow

En este sentido, según la teoría de Maslow, no es posible satisfacer necesidades de un nivel superior sin cubrir primero los niveles inferiores, donde se encuentran las necesidades más básicas relacionadas con la supervivencia:

1. Necesidades básicas o fisiológicas. Son aquellas necesarias para mantener la vida: comer, dormir, respirar, hidratarse, vestirse, etc.

En este sentido, una persona que vive en la calle y no tiene alimento, agua, ropa para protegerse del frío ni un lugar donde refugiarse para dormir, no tiene cubiertas sus necesidades básicas de supervivencia.

2. Necesidades de seguridad y protección. Buscan crear un orden y mantener la seguridad en la vida de las personas: empleo estable, salario adecuado, salud, seguridad moral, hogar, etc.

Las personas sin hogar tampoco tienen cubiertas sus necesidades de seguridad y protección, puesto que carecen de un lugar donde refugiarse, de recursos suficientes para pagar un lugar donde vivir y, en la mayoría de los casos, carecen de un empleo y de buena salud debido a su situación.

3. Necesidades sociales. Se refieren al desarrollo afectivo y la construcción de relaciones sociales con otras personas: el amor, el compañerismo, la participación en grupos sociales, el afecto y el sentimiento de formar parte de la comunidad.

Como sabes, las personas sin hogar suelen ser un grupo muy estigmatizado y castigado socialmente. Son invisibles para el resto de la sociedad. Son apartados y rechazados, lo que genera un sentimiento de soledad y aislamiento por la falta de vínculos afectivos y de apoyo. 

4. Necesidades de estima y reconocimiento. Se refieren a la capacidad de una persona de respetarse y comprenderse, además de la valoración social como individuo, trabajador, hijo/a, y cuales quiera que sean sus roles en la sociedad.

Las personas que viven en la calle a menudo se enfrentan a fuertes acusaciones y prejuicios que generan humillación y vergüenza. Carecen totalmente de estima y reconomiento social.

5. Necesidades de autorrealización. En el nivel más elevado, Maslow sitúa las necesidades de autorrealización y de desarrollo personal. Una vez están cubiertas todas las necesidades, las personas buscan cumplir objetivos propios de autorrealización, que serán diferentes para cada persona.

Las personas que se encuentran en este nivel se sienten seguras y satisfechas, ya que poseen lo que necesitan.

¿Piensas que una persona sin hogar puede haber llegado a este nivel?

Sinhogarismo y estigmatización social: consecuencias psicológicas y sociales

Ya lo reflejaban en la película “invisibles”, de Richard Gere.

Al igual que otros colectivos en exclusión social, las personas sin hogar pasan desapercibidas para el resto de la sociedad, son rechazadas y anuladas por completo.

Esto, unido a la situación de calle y experiencias personales, conlleva una serie de consecuencias en el estado físico y psicológico de la persona, así como la dificultad para acceder al sistema de trabajo y generar redes sociales y apoyos que le permitan sentirse parte de la comunidad.

Estas personas se enfrentan a la estigmatización, prejuicios y discriminación, además de la pérdida de derechos y la perpetuación de su situación de vulnerabilidad al no poder salir de ese círculo vicioso.

En los últimos años, debido a la pandemia de la Covid19, esto no ha hecho más que agravarse. Consignas como “quédate en casa”, ponen en relieve que la vivienda es un instrumento de defensa básico y fundamental.

Entonces, ¿Qué pasa con aquellas personas que no cuentan con un lugar donde resguardarse y protegerse? ¿Y con aquellos que se encontraban en una situación de vulnerabilidad y, con el cierre de establecimientos y lugares públicos, se han visto obligados a quedarse en la calle? ¿Dónde acude alguien que no tiene acceso a la información inmediata y que no sabe por qué, de buenas a primeras, todos los lugares de repente se encuentran cerrados? 

Personas sin hogar, invisibles en todo el mundo

Según datos de la ONU, más de 1.100 millones de personas en todo el mundo viven en situación exclusión residencial, y más de 100 millones carecen de cualquier tipo de vivienda. 

En el caso de España, se estima que son más de 31.000 las personas que se encuentran en situación de sinhogarismo, 23.000 de las cuales acceden a centros de atención o albergues y 8.000 viven en la calle sin ningún tipo de recursos.

Como hemos visto anteriormente, son muchas las necesidades básicas que no quedan cubiertas, y la ausencia de una de ellas afecta al resto entrando en un bucle sin salida. Se les niega el reconocimiento de los valores y derechos fundamentales, ya que no existe un contexto normativo que proteja a estos grupos vulnerables y fuertemente excluidos de la sociedad.

Pero no sólo son invisibles para la administración y la política sino que, como hemos mencionado, estas personas son frecuentemente atacadas con prejuicios, estereotipos y estigmas.

A pesar de ello, parece estar renaciendo una cierta sensibilidad, compromiso y conciencia social sobre esta problemática que se apoya en iniciativas, estrategias, movimientos y acciones de visibilización y empoderamiento que, poco a poco, parecen atraer el foco de atención hacia las necesidades de las personas sin hogar.

Es urgente que diseñemos nuevos modelos de sociedad, que apuesten por el bien común y por los valores de justicia social e igualdad en términos de derechos.

Por último, no debemos olvidar que son personas, y merecen el mismo respeto que cualquier otro individuo de este planeta. Debemos desterrar cualquier acto que denigre, deshumanice o ponga en riesgo su dignididad, y tampoco debemos sacar conclusiones precipitadas sobre su historia de vida.

Sin ir más lejos, lo que está ocurriendo en este momento en Ucrania es una muestra de que, en cualquier momento, todo muestro mundo puede venirse abajo.

Quién sabe si mañana seremos nosotros quienes deambulemos con las calles sin más posesiones que lo que cabe en una mochila… 

Aprendiendo a escuchar y a visibilizar

Ante esta situación, tenemos la oportunidad de decidir hacia dónde queremos dirigirnos: tenemos la capacidad de construir una sociedad que acoja la diversidad, que defienda la igualdad de participación y de derechos de todas las personas:

  • Debemos caminar hacia sociedades que garanticen la dignidad de todas las personas y el respeto de los derechos humanos de modo que podamos cubrir nuestras necesidades fundamentales, incluída la vivienda como el principal instrumento de protección de la salud, la vida y la seguridad
  • Es necesario que trabajemos por defender la inclusión de todas las personas, sin distinción de sexo, raza, edad, etnia, nacionalidad o situación económica, laboral o sanitaria
  • Necesitamos desprendernos de los prejuicios, estereotipos e ideas preconcebidas sobre las personas sin hogar
  • Resulta urgente que ensalcemos los valores de justicia, igualdad, empatía y solidaridad
Nunca mires por encima del hombro a alguien a menos que le estés ayudando a subir

No te he contado cómo terminó nuestro pequeño encuentro.

Este hombre de mirada profunda, sin apenas dientes y con acento del este de Europa, por algún motivo sintió la confianza suficiente como para contarme más sobre su vida.

Me senté a su lado y, sin dejar de sonreir, me puso al día sobre su situación actual. Compartió conmigo experiencias, decepciones, momentos trágicos y otros cargados de felicidad. Con un brillo especial en los ojos, repetía una y otra vez:

“Hoy estás abajo, mañana tal vez arriba. Hay que tener fe y seguir luchando”.

Siempre me sorprende la fortaleza de quien menos tiene.

Después de pasar un rato conversando, nos despedimos deseándonos suerte.

Se puso la mano sobre el corazón y me dijo: “Gracias, de verdad, por escucharme. Significa mucho”.

A veces, estamos tan ensimismados con nuestros propios pensamientos, con las redes sociales, con el mundo que hay dentro de nuestra cabeza, que se nos olvida lo más importante: el mundo real que nos rodea y lo que nos hace humanos.

Escuchar, valorar y dignificar a las personas que tienen el valor de hacernos partícipes de su realidad. La empatía, la preocupación por el otro, la vida en sociedad, “el soy porque somos”, es lo que nos hace realmente humanos.

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2 Comments

  • Silvia dice:

    Los vemos en la calle,aislados,silenciosos,a veces con un perro amigo.Acercamos una ayuda material,una mirada comprensiva,una palabra amistosa,y luego nos vamos hacia nuestras cosas.
    Ellos quedan ahí con sus historias,con sus pérdidas,con todas sus necesidades.
    Las autoridades civiles,la iglesia,tienen que aportar su ayuda,pero no solo en forma de caridad.
    Estas personas invisibles no solo necesitan una Casa de Acogida.Quieren reintegrarse en la sociedad,formar parte de ella de un manera activa,tener relaciones sociales y encontrar de nuevo en el trabajo la autorrealización y el respeto de los demás.
    Un abrazo.

    • Raquel dice:

      Muchas gracias por tus palabras, Silvia. Totalmente de acuerdo con lo que dices, no se trata sólo de caridad, sino de visibilizar y acompañar a las personas para que puedan volver a formar parte de la sociedad. Un abrazo!

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