Egipto: aventura por Cairo, Nilo y Mar Rojo

Hace un par de años, mi amiga Almudena y yo compartimos nuestra experiencia intercultural en un viaje por especial por México. Desde ese momento, decidimos continuar compartiendo nuestras aventuras en otros países y relacionándonos con culturas diferentes. Y ya teníamos próximo destino: Egipto.

Por ciertas circunstancias, tuvimos que retrasar ese viaje hasta hace unas semanas, que volvimos a encontrarnos directamente en este país tan curioso y donde hemos vivido retos, momentos de angustia y experiencias maravillosas.

Muchas personas viajan a Egipto últimamente, por lo que es fácil encontrar información sobre qué visitar, cuándo es mejor viajar allí, qué temperatura hace, en qué moneda se paga, cuáles son los comportamientos que hay que evitar, qué vestir, etc.

En este artículo, me he propuesto contar nuestro viaje desde una perspectiva más profunda y analítica, resaltando los aspectos socioculturales que más nos han llamado la atención y que han supuesto desafíos para nosotras.

¡Vamos allá!

El Cairo: caótico y frenético

La primera parada fue El Cairo. Nos reencontramos allí por la noche, ya que cada una viajábamos desde países diferentes.  Por circunstancias e imprevistos, finalmente tuvimos que quedarnos en Cairo más días de lo que en principio teníamos planeado.

Cualquier persona que haya estado en esta ciudad puede confirmarlo: es frenética, caótica e increíblemente contaminada. Con una población de casi 20 millones de habitantes, El Cairo se posiciona como la ciudad más poblada de toda África. Este hecho, sin duda, hace que toda la experiencia resulte más intensa y abrumadora.

Además, nuestra visita coincido con el comienzo del ramadán (puedes leer mi artículo aquí). Esto significa que, durante el día, la mayoría de establecimientos estaban cerrados hasta el anochecer, cuando la ciudad entera cobraba vida de nuevo y la gente salía a las calles para celebrar, comer y socializar.

En cuanto a la comida, Egipto no destaca especialmente por su gastronomía: los platos son sencillos, no hay demasiada variedad, y la elaboración tampoco es muy llamativa. Lo mejor, sin duda: la lentil soup (obsesión de Almu), kunafa con queso y halva.

Como zonas para visitar, nos gustaron especialmente la zona del Nilo, el barrio Copto, Zamalek, la gran Torre, el Museo Egipcio, el mercado de Khan El-Khalili y, por supuesto, las pirámides y la gran esfinge de Giza.

La gente, por lo general, es amable y abierta a conversar. Sin embargo, como suele ocurrir con ciudades tan masificadas y turísticas, por momentos sentimos que, algunas personas, intentan aprovecharse mediante engaños y sobornos para conseguir dinero. Por suerte, todo terminó bien 🙂

Crucero por el Nilo: Desde Luxor hasta Abu Simbel

El siguiente paso fue viajar hasta Luxor, donde comenzamos nuestro crucero por el Nilo. Tomamos un vuelo interno que cruzaba todo el desierto y, a la llegada, nos dirigimos directamente al barco. Nuestro crucero hacía un recorrido completo que incluía lugares tan impresionantes como:

  • Templo de Luxor y Templo de Karnak
  • Tumbas en el Valle de los Reyes, el Templo de Hatsepsut y los Colosos de Memnón
  • Templo de Edfu, dedicados al Dios Horus, y Templo de Kom Ombo
  • Isla de Filae
  • Abu Simbel y Asuán

Es impresionante la historia que se esconde detrás de cada uno de los rincones que visitamos. Pasear por cualquiera de los templos resultó sobrecogedor y nos dejó sin palabras. Las paredes conservan los colores y las formas, los relieves y los grabados continúan impecables a pesar del tiempo y de las circunstancias a las que estas ciudades se han visto sometidas.

Más allá de todas las visitas, nos encantó contemplar los atardeceres desde el barco mientras navegábamos rumbo al siguiente puerto, y la forma en que estas majestuosas construcciones se mimetizan y conviven con el entorno natural de la zona: desierto, animales, árboles, ríos. Pareciera que cada uno de los elementos se complementa con el resto de forma sencilla e impecable.

Es importante resaltar que, dada su increíble importancia arquitectónica, histórica y cultural, estos lugares emblemáticos se encuentran cubiertos de una marabunta comercial “a la caza del turista”. Muchas personas viven de ello, por lo que intentan a toda costa que los visitantes se acerquen y compren sus productos. Dado que, en su cultura, valoran el hecho de prestar atención a la persona y darle un trato MUY insistente, puede resultar bastante molesto.

No obstante, es llamativa su manera de aproximarse, regatear e, incluso, lanzar sus productos desde tierra a las personas que están en los barcos con la esperanza de que les lancen unas monedas a cambio.

CONSEJO: Al finalizar nuestro crucero en Asuán, decidimos pasar una noche en un pequeño hotelito ecológico situado en una de las pequeñas islas frente al Templo de Filae. Allí pudimos disfrutar de la tranquilidad y el placer de contemplar las increíbles puestas de sol con vistas al Nilo.

Y, por supuesto, el viaje de tres horas en autobús para ver Abu Simbel merece la pena. ¡Una visita súper recomendada! 

Sinaí: paraíso en Dahab

Siendo sincera, Egipto es impresionante, pero no es precisamente un destino donde te puedas relajar y desconectar. De hecho, después de una semana en el país, no sentíamos en absoluto que estuviéramos “de vacaciones”.

Por suerte, nos faltaba una parte importe del viaje. Decidimos pasar los últimos días en Sinaí, y resultó ser exactamente lo que necesitábamos.

Tras un vuelo eterno con escala en El Cairo y un altercado que nos hizo perder un día entero hasta que logré recuperar mi mochila perdida (la dejaron en Cairo y tuvimos que volver al aeropuerto al día siguiente), por fin viajamos de Sharm el Sheikh a Dahab. Y llegamos al paraíso.

La primera gran sorpresa fue la comida: descubrimos un pequeño restaurante ecológico vegano que nos recargó de alegría, esperanza y deliciosos manjares que esperábamos con ansias desde nuestra llegada al país. Justo después de recargar fuerzas e ilusión con esta maravillosa comida, empezó nuestra estancia en un lugar increíble que nos hizo desconectar por fin.

Disfrutamos de las playas del Mar Rojo, los corales, la arena del desierto, la brisa marina, el sol y el sonido de las olas acompañadas de una Sakara Gold bien fría.

CONSEJO: Si planeas ir a Egipto, no te puedes perder Dahab. Las playas, los deportes acuáticos, el ambiente y la vibra de la ciudad hace que te recargues por completo tras la experiencia intensa de las visitas turísticas. No podríamos haber tenido un final mejor.

Conclusiones finales

Viajar a otros países siempre resulta enriquecedor. Por supuesto, surgen imprevistos, situaciones incómodas y encuentros que te hacen dudar y querer regresar a la comodidad de nuestro hogar y nuestro entorno conocido.

Pero es justamente esa “incomodidad”, ese “abrirnos a lo desconocido”, lo que nos permite derribar los miedos y la indecisión para creer en nosotros mismos y permitirnos crecer y mejorar.

Egipto es intenso y, seguramente, se presentarán retos y experiencias difíciles pero, como cualquier otro viaje a través de una cultura diferente, nos aportará herramientas para hacernos más conscientes del mundo en el que vivimos.

2 Comments

  • Silvia dice:

    Hola Raquel,
    muy interesante el relato que haces de tu viaje a Egipto.Has recorrido sus paisajes,has visitado sus monumentos,pero también has hecho una visita al pasado de este país que ha dejado para la humanidad el legado de una civilización imponenete y deslumbrante.
    El viaje por el Nilo me recuerda un novela de Agatha Christie y la península de Sinaí está asociada al Antiguo Testamento y la ruta que siguió Moisés.
    A pesar de los pequeños inconvenientes creo que nunca olvidarás tu experiencia egipcia.
    Abrazo.

    • Raquel dice:

      ¡¡Muchas gracias, Silvia!! Cada viaje tiene sus luces y sus sombras, pero sin duda todos nos aportan algo y nos enriquecen poco a poco… ¡Una experiencia inolvidable! Un abrazo 🙂

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