Un año más, llega el verano europeo. Y un año más, todos estamos como locos por empezar nuestras merecidas vacaciones. Contamos los días para despedirnos por unas semanas de nuestro puesto de trabajo y poder, por fin, “desconectar” de todo.
Muchas personas pasan su toda su vida en esta dinámica, dando vueltas en la rueda.
Culturalmente, nos hemos acostumbrado a ver pasar nuestra vida mientras esperamos “que llegue pronto la próxima fiesta”: el domingo por la noche nos deprimimos mientras esperamos que pase rápido la semana; después de las vacaciones de Navidad, contamos los meses hasta Semana Santa; una vez que pasa la Cuaresma, soñamos con las semanas que nos quedan hasta que llegue el ansiado verano y sus merecidas vacaciones…
Y, así, vivimos en una rueda, en un círculo vicioso cuyo objetivo es principalmente la huida del momento presente, esperando un deseado descanso.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué sólo podemos pensar en el momento de evadirnos de las rutinas y del trabajo?
La construcción cultural del trabajo
El trabajo y la cultura siempre han sido cuestiones importantes para la sociología.
Como socióloga, me interesan mucho todos los estudios que se han ido desarrollando en torno a estas temáticas en relación con la organización de la producción y de la sociedad, la formación de estructuras como el capitalismo, la concepción cultural del dinero, el sentimiento de identidad y de realización personal a través del trabajo.
La conceptualización del trabajo varía mucho en relación con la cultura y el grupo social. No me extenderé demasiado en este sentido, pero es interesante destacar un momento importante a mediados de la década de 1990, cuando Palenzuela (1995) ofreció una definición sobre la cultura del trabajo:
“Conjunto de conocimientos teórico-prácticos, comportamientos, percepciones, actitudes y valores que los individuos adquieren y construyen a partir de su inserción en los procesos de trabajo y/o de la interiorización de la ideología sobre el trabajo, todo lo cual modula su interacción social más allá de su práctica laboral concreta y orienta su específica cosmovisión como miembros de un colectivo determinado.”
En este sentido, Palenzuela diferencia entre los conceptos “trabajar”, en cuanto a tareas relacionadas con el vínculo laboral, y “buscarse la vida” como la necesidad urgente de adquisición económica. Por tanto, el trabajo conlleva la realización de tareas específicas dentro de una organización, que son reconocidas por otras personas y que nos aportan un sentimiento de identidad.
La propuesta de Palenzuela serviría de inspiración para futuras teorías en torno a la concepción cultural del trabajo. Por ejemplo,Parada da un paso más allá mediante su análisis de la cultura del trabajo cafetera en Colombia, y observa cómo el trabajo genera redes familiares, alianzas y dinámicas de relación entre distintos grupos sociales. El trabajo se convierte en un mecanismo de construcción ideológica y social.
Se podría hablar largo y tendido sobre esta cuestión. Podríamos hacer alusión a Tiempos Modernos y la idea de alienación del trabajador que plasma Chaplin; a los mecanismos de coacción y control y a las formas de poder; a la mecanización de tareas y la pérdida de realización, a las desigualdades sociales, etc. Sin embargo, se trata de una cuestión tan amplia, que lo dejaremos para artículos anteriores.
En este caso, quiero centrarme en aquellos trabajos que disfrutamos. Trabajos que, a pesar de ser aquello que nos gusta y que nos hace sentir realizados, en ocasiones nos sobrecargan y se convierten en una auténtica tortura.
Burnout o desgaste emocional en las sociedades modernas
En nuestras sociedades, estamos acostumbrados a vivir “haciendo”. Nuestra mente siempre va a mil pensando en todas las cosas que tenemos que hacer.
En cuanto abrimos los ojos, empezamos a pensar en todas las tareas pendientes que tenemos que realizar a lo largo del día: enviar ese email tan importante, hacer la compra, cambiar la cita con el dentista, hacer la colada, recoger a los niños, llamar al fontanero, etc. SIEMPRE tenemos algo que hacer. Y si no lo tenemos, lo creamos.
Aunque disfrutemos de nuestro trabajo y nuestras rutinas, todos necesitamos evadirnos y descansar. Buscamos desesperadamente salir de la rutina y darnos un respiro, un reset mental.
Porque a veces, cuando ponemos nuestras energías al límite, el cuerpo nos empieza a enviar señales que, a la larga, no podremos ignorar.
El síndrome de Burnout o trabajador quemado no es una tontería. Es un estado de agotamiento físico, emocional y mental que tiene graves consecuencias. De hecho, en 2019 fue reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como enfermedad profesional en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud. En Estados Unidos, por ejemplo, supone un verdadero problema que afecta a más del 70% de los trabajadores.
El agotamiento emocional hace que nos sintamos desmotivados, cansados y con falta de energía. Guarda una fuerte relación con las exigencias excesivas y los sentimientos de despersonalización y de pérdida de realización personal. Por ello es tan importante que estemos atentos a los síntomas en cuanto empecemos a sentirnos identificados.
A continuación, vemos algunos ejemplos concretos de países en los que el Burnout supone un verdadero problema de salud increíblemente importante.
Suiza: la necesidad de estar continuamente conectados
Al contrario de otras culturas como la americana, donde el fracaso se puede considerar como un aprendizaje y algo positivo, en la cultura suiza no se acepta el fracaso. Las personas asumen que tienen que hacer todo bien, se les educa a pensar en el fracaso como un problema que deben evitar.
En este sentido, la eficacia adquiere un valor muy importante en la sociedad suiza. No es aceptado perder el tiempo, por lo que están continuamente conectados y disponibles para el trabajo.
Este gran volumen de trabajo, las largas jornadas laborales, la escasez de autonomía y el sistema de recompensas son elementos centrales que fomentan el síndrome del trabajador quemado.
Karoshi, morir por exceso de trabajo en Japón
El burnout no se limita únicamente a Europa y a Estados Unidos. Se trata de un problema de salud que afecta a gran parte de la población mundial. En Japón, “la muerte por exceso de trabajo” está reconocida desde 1987, y es tan importante que incluso el gobierno y las empresas deben pagar una compensación económica a los familiares del fallecido.
Sin embargo, existe un requisito para ser considerado un caso de karoshi y es que, en el mes anterior a su muerte, la persona fallecida debe haber trabajado más de 100 horas extra, u 80 en los dos o más meses consecutivos de los últimos seis meses.
Toda esta cultura del trabajo en Japón responde a una explicación histórica y sociológica. Después de la Segunda Guerra Mundial, los japoneses encontraron en el trabajo una motivación económica y psicológica. De este modo, todo comenzó a girar en torno al trabajo, y ese crecimiento económico dio lugar a una “burbuja económica” durante la cual una cantidad importante de población japonesa mantenía jornadas laborales de unas 60 horas semanales.
En la década de los 90, cuando la burbuja estalló, esta cultura del trabajo empeoró y los casos de karoshi se dispararon considerablemente.
Comenzaron a llevarse a cabo estudios para determinar la causa real de estas muertes, y todo apunta a que el detonante principal son las largas horas sentados en la oficina frente al ordenador.
¿Te suena esta realidad?
Efectivamente, el karoshi ya no se limita únicamente a Japón. En China, por ejemplo, se conoce como guolaosia estas muertes por exceso de trabajo. Y países como India, Taiwán o Corea del Sur se están acercando cada vez más a este modelo de trabajo japonés.
Conectando con la idea de eficacia en Suiza y de estar conectados de manera permanente, en muchos países el problema no es sólo la cultura del trabajo excesivo, sino de “aparentar” estar haciendo siempre cosas.
En España, por ejemplo, a pesar de haber pasado un año de pandemia teletrabajando, se continúa midiendo el trabajo por las horas que “calentamos la silla” en la oficina, en lugar de medir por resultados y objetivos.
Todos necesitamos descansar
Como digo, todos necesitamos descansar y priorizar nuestra salud mental.
Por eso, como ya adelantamos en el último podcast que grabamos mi amiga Almudena y yo, durante el próximo mes estaremos viajando por México en busca de nuevas aventuras interculturales.
Nos sumergiremos de lleno en la cultura mexicana y será una oportunidad perfecta para recargar energías, a la vez que continuamos enriqueciéndonos y preparando nuevos contenidos interculturales.
A la vuelta, compartiremos nuestra experiencia en forma de artículos, podcasts, noticias y muchos contenidos súper interesantes. ¡Nos vemos muy pronto!
¡FELIZ VERANO EUROPEO!
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