Hace años, en mi continua exploración hacia nuevas formas de vida más sostenibles, responsables y amables con el mundo y con mi propio cuerpo, llegó a mi vida el nombre y la historia de una persona que me ha marcado profundamente: Will Bulsiewicz, conocido comúnmente como Dr.B.
A través de su libro, “El poder de la fibra” , fui consciente cada vez más del increíble vínculo innato entre todos los elementos que forman el planeta Tierra. Adquirí una imagen muy clara de que, al igual que los ecosistemas que forman la vida en el Mundo, dentro de cada persona y animal también existe un ecosistema que hace que se desarrollen los procesos internos naturales. Y, si cualquiera de los ecosistemas entra en desequilibrio, todo el conjunto sufre y se desestabiliza.
Continué tirando del hilo y, poco a poco, fui descubriendo a otras personas, libros y teorías que me han seguido abriendo los ojos: Darin Olien, Will Cole, Gabón Maté, Arponen, Dr. Valter Longo, Nick Cutsumpas, Ella Mills, Alan Desmond, Joel Fuhrman, Dr. Huberman, Simon Hill, Michael Pollan, Tim Spector, etc.
Hace unos meses, me apunté a un BootCamp del Dr. B donde conocí a mi último descubrimiento: Jessie Inchauspé.
Enseñanzas culturales ancestrales
Desde el primer momento, me encantó la conexión que había entre ambos expertos y la coherencia del discurso. Sin embargo, lo que más me sorprendió de su explicación es que, como dice Jessie, nada de esto es nuevo.
Muchas tradiciones culturales ancestrales de distintas partes del mundo ya nos ofrecen lecciones sobre las enseñanzas que ella comparte en su libro:
- En países como Francia o Grecia, es común empezar la comida con un pequeño aperitivo de verduras encurtidas.
- En España, el primer plato suele consistir en una ensalada, sopa o plato de verduras.
- En Italia, tienen lo que llaman “antipastis” (los entrantes españoles), principalmente a base de verduras.
- En Japón, durante las comidas evitan beber o, en ese caso, toman té caliente.
- El postre suele consistir en un plato dulce o fruta y siempre se disfrutan al final de la comida.
Principios de las enseñanzas de Jessie
Jessie, en su libro “La revolución de la glucosa”, ofrece una serie de pautas para ayudar a controlar los picos de glucosa en sangre. Algunos de ellos y, desde mi punto de vista los más llamativos, son:
- Disfrutar de un desayuno salado y cargado de buenas proteínas, para ayudarnos a mantener la sensación de saciedad por más tiempo y los niveles de glucosa en sangre estables.
- Tomar vinagre de manzana una vez al día. Una cucharada antes de comer ayuda a reducir hasta un 30% el pico de glucosa y un 20% la insulina de esa comida.
- Empezar la comida con un entrante vegetal. Tomar fibra al inicio de la comida en forma de alimentos vegetales ayuda a reducir los niveles de glucosa. Además, Jessie defiende continuar en un orden específico: primero verduras, luego proteínas, después grasas, luego carbohidratos y, por último, frutas y dulces.
- Hacer al menos 10 minutos de movimiento físico después de las comidas. No tiene que ser algo intenso sino, simplemente, salir a caminar, hacer sentadillas o elevaciones de talones mientras estamos sentados.
Por supuesto, en su libro ofrece muchísimos datos científicos que respaldan estas afirmaciones. Te animo a que profundices en ello si te resulta interesante, y te comparto un video en el que ella misma da las pautas para ponerlo en práctica:
El café, potenciador del mundo moderno
Siguiendo con el vínculo entre culturas y hábitos culinarios, no puedo dejar de mencionar esta cuestión que me resulta tan interesante. Y es que Michael Pollan, en su libro “Tu mente bajo los efectos de las plantas”, no solamente analiza el efecto de ciertas plantas naturales en el cuerpo y la mente del ser humano, sino también cómo el uso de estas sustancias ha incidido en el establecimiento de las sociedades y del mundo que conocemos hoy en día.
Durante la redacción de su libro, decidió abstenerse por completo del consumo de café y té, para comprobar en primera piel los efectos. La cafeína, aunque no se piensa como una droga y es aceptaba socialmente como un alimento, indudablemente altera nuestro estado natural y generalmente conlleva a una relación adictiva.
Por tanto, Pollan llega a afirmar que la llegada del café a Europa supuso un cambio completo que permitió al mundo ser el que fue y el que es ahora, empezando por la Ilustración y el capitalismo. Puesto que en el siglo CVIII se popularizaron el café y té en Inglaterra y Francia, su consumo fomentó el establecimiento de una cultura que exaltaba las ideas democráticas y científicas.
Como menciona el autor, hasta entonces, el alcohol se posicionaba como bebida gobernante en la sociedad. Sin embargo, el café conlleva el efecto contrario, ya que alimenta el cerebro y favorece la concentración. Wolfgang Schivelbusch afirmó que “con el café, el principio de racionalidad entró en la fisiología humana”.
Más adelante, los obreros en Gran Bretaña cambiaron la cerveza por té. Este hecho, según Pollan, habría ayudado al desenlace de la Revolución Industrial. Además, la cafeína también liberó a la población de los ritmos naturales del cuerpo determinados por las horas de luz solar, lo que estableció las bases en el camino hacia el capitalismo moderno.
Por todo ello, Pollan se cuestiona si el descubrimiento de la cafeína ha supuesto una bendición para nuestras sociedades o, por el contrario, una ruina para nuestra civilización.
Lo que está claro es que, en el mundo actual que hemos creado, ya no podemos simplemente responder a nuestros ritmos biológicos o a los ciclos naturales del sol. Nos hemos “forzado” a cumplir horarios, tareas, responsabilidades, a vivir en un “hacer” continuo.
La cafeína nos resulta útil en cuanto a que nos ayuda a sincronizar nuestros ritmos con los requisitos sociales. Que esto sea lo mejor para nuestra especie, es otra cuestión.